Es
erróneo
considerar normal que, cuando una persona mayor se deprime, está
atravesando un proceso habitual de la propia vejez, por lo que, la
mayoría de
las veces, estas personas no son diagnosticadas ni tratadas como es
debido. Si
bien es cierto que, habitualmente, son los propios ancianos los que
únicamente
describen los síntomas físicos cuando van al médico, es tarea de
profesionales
y familiares advertir los signos que pueden hacer pensar que tenemos
delante un
cuadro depresivo. La depresión crónica tiene consecuencias, tanto
físicas como
mentales, que repercuten directamente en la calidad de vida de las
personas, y que pueden empeorar problemas de salud ya existentes y
desencadenar
algunos nuevos.
Aunque
la depresión puede aparecer de forma espontánea, con cierta frecuencia, puede
ser desencadenada por algún acontecimiento angustioso como la pérdida de un ser
querido al que se estaba muy apegado, y por el proceso de duelo que se origina
posteriormente. Conviene decir que no todos los ancianos tienen la misma
vulnerabilidad a la hora padecer depresión, pero sí que parece
ser que las mujeres tienen un riesgo algo mayor que los hombres.